Philippe Starck, el mago del diseño
Es uno de los diseñadores más importantes y famosos del
mundo. De los que ya figuran en los libros de historia. Para unos es un
genio; para otros, apenas un excéntrico. Se lo conoce por los innovadores
proyectos de decoración que ha realizado para la cadena de hoteles del
todopoderoso empresario Ian Schrager. Revolucionó la industria del ocio al
introducir el concepto de escenografía en el diseño.
Philippe Starck se mueve, en su métier y en las entrevistas, como pez
en el agua. Es tan ecléctico que puede ocuparse de hoteles cinco estrellas,
de restaurantes absolutamente increíbles en Tokio, de sillones, y hasta de
exprimidores u otros objetos económicos. Puede trabajar para pocos y
exclusivos personajes como para que sus obras se reproduzcan industrialmente
de manera infinita. En la Argentina, el Faena Hotel + Universe es su carta
de presentación. Pero este hombre que nació en París en enero de 1949 se hizo famoso hace
años, cuando el ex presidente francés François Mitterand lo llamó para
remodelar el Palacio del Elíseo.
El genio errante
Su última mujer, Yazmina, es una bella joven a quien Starck conoció en Louis
Vuitton, donde ella trabajaba como jefa de relaciones públicas. No quiere
que le tomen fotos durante la entrevista, pero siempre está cerca,
observando a su marido.
Juntos, prácticamente viven en su avión particular, pero pueden alternar
este hábitat con alguna cabaña sin agua ni luz, lo más alejada posible de la
civilización.
No suelen frecuentar cócteles ni ir a comidas de "celebrities". Aunque, de
alguna manera, él es considerado una de ellas.
Apenas nos sentamos, Starck pide unos chocolates. Habla en francés, piensa y
cuida cada palabra que dice. No quiere ser malinterpretado. Se define, en
principio, como un hombre de izquierda. Habla de filosofía, de conceptos
estéticos. Nada de lo que dice es "light". Nada. Es tan contundente que, a
veces, intimida. Philippe Starck es también un gran diseñador de sus
palabras, de su discurso.
-Cuando preparaba este reportaje me preguntaba si me iba a encontrar con una
celebridad, con un artista bohemio o con un señor "fashion"... ¿Me ayuda a
definirlo?
-En una cultura de consumo, decir que se es una celebridad es completamente
normal. Yo no tengo el software para construir una imagen de mí mismo.
Simplemente, tengo una cierta filosofía, una cierta ética. Soy lo que ven:
un aspecto físico diferente, productos diferentes y cosas que hacen que la
gente crea que lo mío es una gran simulación. Pero no lo es.
-Esperaba verlo vestido de negro. De negro absoluto.
-Siempre visto de negro porque el viajar todo el tiempo me permite tener
cosas semejantes en todas las casas, y en todos los hoteles. Tengo 150
sacos, 200 jeans y 340 pares de zapatos parecidos. No son siempre los
mismos, pero no es por coquetería, como si fuera una estrella, sino porque
es práctico. Nuestra manera de vestirnos (la mía y la de mi mujer) es
también particular porque viajamos sólo en moto
-Me gustaría saber si el haber elegido el diseño en vez de la arquitectura
le da más libertad de creación.
-No creo que uno elija una vocación. Creo que uno es elegido por el oficio.
Mi padre era inventor en aeronáutica, tenía una compañía de avión; mi madre
era un poco artista. Por lo tanto, cuando uno está en un ambiente creativo,
basado en la creación tecnológica, recibe una influencia muy fuerte. Aunque
si pienso en la educación que me dio mi padre yo debería ser diseñador de
estaciones espaciales.
-Pero se convirtió en una especie de objeto de deseo. Lo buscan, le ofrecen
suculentos honorarios. No es poca cosa.
-Esa es la parte complicada. Cuando uno tiene un rigor extremo y no está en
los salones, en los cócteles; cuando se tiene el coraje de vivir en lugares
perdidos de la selva, en medio del mar, en islitas sin agua ni electricidad,
entonces uno se ve forzado a tener ideas un poco novedosas. Luego, cuando
uno ha pensado bien, trabajado bien, creado un producto con honestidad y
generosidad, con una cierta visión de futuro, puede tener éxito.
-Hace mucho hincapié en la honestidad y en la rigurosidad. ¿Esa es su
ideología?
-Soy esencialmente político. También se puede decir que soy filosófico. Y
ambas cosas están tan radicalizadas en mí que se puede hablar de anarco.
Estoy muy radicalizado.
-¿Se refiere a una ideología socialista?, ¿o a una ideología de derecha?
-No hay más que una posición aceptable y es la izquierda. La izquierda
representa el altruismo, y la derecha es el egoísmo. Soy evidentemente
anticapitalista. Fui el arquitecto de François Mitterrand. No voté a Nicolas
Sarkozy, pero, por otro lado, finalmente creo que es un buen presidente, y
que además es una persona muy interesante. Hay gente que espera "un llamado". ¿El de François Mitterrand era el que
usted esperaba?
-No, no lo diría así. Yo no tengo ningún deseo, ninguna ambición, ninguna
ansiedad de diseñar un cohete o un barco, nada de ganas de ser el arquitecto
del presidente. Para un creativo, la cosa no funciona así.
-¿Y cómo funciona? ¿Cómo se va por la vida sin deseos?
-No tener deseos personales permite tener visión y sueños para los otros.
Cuando uno tiene deseos y ambiciones para uno mismo, eso lo enceguece y le
quita dimensión. No pienso que se pueda decir de mí que soy un pequeño
egoísta. Soy más bien alguien que está estructuralmente basado en el
compartir.
-El hotel de Alan Faena es uno de los más lujosos y sofisticados de la
Argentina. Y lo decoró usted...
-Si usted analiza el conjunto de mi obra, en hotelería puedo diseñar el
hotel más lujoso y el hotel más económico con el mismo respeto, la misma
creatividad, la misma generosidad. Soy el único en el mundo que ha estado en
los dos extremos. Es decir, el único que puede diseñar una nave espacial
para el proyecto Virgin Galactic, que vale 200 millones de dólares, y, al
mismo tiempo, un biberón de dos dólares. Soy el único que puede hacer
objetos completamente metafóricos y poéticos, como muebles y lámparas. El
hotel del que usted habla representa, antes que nada, a Alan (Faena). Hay
proyectos en los que soy totalmente yo, y hay otros proyectos donde el
iniciador del proyecto es una persona tan fuerte que resulta más interesante
ponerme detrás, y servir a esa visión.
-¿Tenía alguna idea de la Argentina?
-Nada de nada, porque a mí no me interesa ir al cine, no veo televisión, no
leo los diarios. No vamos a cócteles, no vamos a exposiciones. Las únicas
excepciones son hacer el amor y los libros. Yo estoy todo el tiempo en un
espacio mental. Soy un soñador profesional.
-Viendo lo que usted hace, ese discurso no parece muy creíble. Tiene sentido
del humor, ¿verdad?
-Sí, el sentido del humor es algo muy serio. El humor es la expresión de la
teoría de la relatividad de Einstein. Cuando por azar o por conocimiento uno
está ante la comprensión de la relatividad de Einstein, que para mí quiere
decir que nada existe, eso nos permite tener una cierta distancia con la
vida.
-¿Qué mirada puede incomodarlo?
-La de nadie. Nadie, ninguna situación; no hay ninguna cuestión que me pueda
poner en aprietos. Pero hay actos o pensamientos que me pueden llevar a la
reflexión.
-¿Por ejemplo?
-Mi sistema de pensamiento es un sistema solitario, de autoconstrucción, muy
preciso, muy simple y muy complejo, pero que tiene muy pocos elementos
exteriores. Mi sistema de funcionamiento es casi autista. ¿Me entiende? Por
eso nosotros vivimos afuera, estamos afuera.
-¿Fuera de qué?
-Fuera de todo. En medio de la nada.
-Me perdí. ¿Va a volver a la teoría de la relatividad?
-Es simple. No estamos nunca en algo, jamás en un movimiento único, jamás en
una forma de pensar, jamás en un solo país.
-¿No resulta cansador?
-Extremadamente agotador. Pero es la única manera honorable de vivir. Como
los átomos, como los electrones que se mueven siempre y que juegan en el
espacio.
-Perdón que hable de cosas materiales. Pero cuando hay que pagar las
cuentas, cuando hay que hablar de dinero, no se puede estar tan "fuera de".
-¡Ah, no! Tengo gente que se ocupa de esas cosas. Pero no tienen contacto
conmigo. Hay gente a la que le pago para que jamás me hable de cosas
tristes, sucias, de cosas sin interés. Ni de dinero, que es algo sin
interés.
-¡Qué lujo señor Starck!
-El lujo más extremo es poder asumir un desprecio total por el dinero. ¿Qué
es más caro que el desprecio por la plata?
-Hablemos de los distintos adjetivos calificativos que se usan para la
estética cotidiana. ¿Qué piensa del kitsch?
-El kitsch no existe. Todo intento de encasillar, todo intento de poner una
etiqueta a las afinidades humanas, es un fracaso. Porque lo único respetable
es la libertad de poner color naranja, o de utilizar un violeta.
-Entonces, ¿existe el buen gusto o el mal gusto?
-El único beneficio de ser inteligente es reconocer las diferencias.
-¿Qué es para usted algo realmente horrible?
-Horrible es la gente que no quiere participar de la belleza, de la
inteligencia. La haraganería es la cosa más terrible.
-¿Qué siente cuando lo copian?
-No me importa, porque cuando hago un producto o un sitio, si lo copian, lo
que hacen son cosas mías de hace diez años atrás. O sea que son como
cenizas.
-¿Hay un estilo Philippe Starck?
-Hay una lógica de pensamiento, una visión, una ética, una manera de hacer,
pero no hay estilo.
Para Starck el errante, el concepto de hogar, obviamente no existe. Hoy está
en Buenos Aires, pero su lugar puede ser París dos días al mes. Después de
esta entrevista su avión lo llevará a algún lugar escondido, algo secreto,
quizás una pequeña isla en Venecia, donde a veces convive con los
pescadores.
-Tenemos ese sistema de no andar nunca en auto; caminamos, caminamos mucho,
también andamos en bicicleta o en moto.
-¿Lleva equipaje?
-Un bolsito. No tengo computadora ni celular.